No soy tan peleadora y lejos estoy de querer parecerme a Lita de Lazzari. Lo aclaro por si finalmente acabo por demostrar lo contrario, soy tan cobarde que aviso primero.
Ocho de la mañana de un Lunes grisáceo, ni muy oscuro ni muy ácido. Haciendo eco de mi nuevo flequillo, lista para encaminarme hacia el trabajo. Hurto una lata de atún de la alacena y la ubico en algún espacio ínfimo de mi cartera. Camino dos cuadras hasta que el supermercado Día ilumina mi cabeza sobre lo que podría llegar a ser mi futuro almuerzo: voy por dos tomates.
La cajera de turno me indica el acceso más rápido a la zona "verduras frescas". Con los tomates en mano me dirijo hacia la caja. Caja cerrada por máquina tildada. La cajera avisa el knock out de la máquina a una transeúnte de pelo amarillo patito y ojos extremadamente maquillados (para ser las ocho de la mañana), quien le contesta de muy mala manera: "pasate a la otra". Siendo la primera de la fila, yo me corro hacia la máquina que sugería estar habilitada para cobrarme los tomates. Cuando la cajera la abre, nota que no tiene cambio asegurado para compras minoristas...
Cajera: - mirá que no tengo mucho cambio
Transeúnte con pelo pajoso:- pero qué sos idiota? Ya sé que no hay cambio, si recién la abrís.
(transeúnte busca complicidad en mi mirada, gran error!)
Yo con mi flequillo nuevo: -Nooo, esa no es forma de tratar a nadie.
(Cajera cabizbaja, cuenta dinero)
Transeúnte: -Yo digo lo que quiero, a mi nadie me dice lo que tengo que decir, yo acá soy la dueña (acompaña sus palabras con un movimiento de dedos como si estuviera dirigiendo una orquesta)
Yo: Qué? Cómo? La dueña de esto? Dueña de supermercado día?
(flequillo disparado y electrizado hacia adelante) Mueeeeeeeeerta, muertaaa, bajáte del pony, muerta!!
Transeunte con ojos salidos por el azul de la sombra y la ira incontrolable:- Al que no le gusta se va, andáte de acá ( sus palabras resuenan como el grito de tarzán)
Me fui, entre lágrimas y risas. Corazón latiendo fuerte como si hubiera estado cabalgando sola entre una manada de fieras que solo miran su ombligo. Obesa de impotencia y bronca, por el maldito egoismo del que somos victimas y victimarios. Odiosa de mi misma, por creerme hércules. Nerviosa, por la situación que me remontaba a cualquier vecina ruidosa. Triste, por saber que esto sucede todos los días en cualquier momento y en cualquier lugar. Feliz, por no haberme dejado atrapar por la estúpida complicidad. Asustada, por considerar que calzarse la camiseta de un lugar puede llegar a crear la falacia de que " nunca voy a estar del lado del trabajador"( Dolores dixit)
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