martes, 27 de julio de 2010

Creer para ver










Hormiguean los pies y una de sus suelas ya perdió a su compañera. Para luego encontrarla, subirla de prepo, dejarla turula para correr y escapar. A las otras dos las dejaron tambíen abajo, ya hinchan que quieren piecito para espiar un poquito. Malas que no las incluyen en la ponzoña de jugar un ratito a ser Dios. En la extrema perspicacia de no buscar lo que van a encontrar, de envolverse en la fantasía que pueda ofrecerles cada escena para observar. Acurrucadas en la ignorancia que dispara deseos poco concedibles por un genio. Raspan los cuentos y los finales felices, sin conocer los trajes de los personajes. Molestas de sus pestañas que pueden hacerles perder segundos de magia. Chillan los codos y las pantorrillas, se fumigan en sombras los pasos perdidos de aquellos que pasan sin saber que pasan por ahí. Carcajadas por un sombrero que se vuela, pena por una abuela que pide monedas, admiradas por el vestido a lunares de una mujer espléndida, aturdidas por el motor de una carreta, ansiosas por la pelota que pica en la vereda. Curiosas del futuro del rato que en un rato se acaba. Hormigas que piden la vuelta a casa. Ganas de un banquito para quedarse otro poco, cómplices de las flores que se deshojan para adelantarse al amor. Perseguidas por el espacio de libertad. Estiman las paredes frías de una fábrica podrida que todavía tiene ecos de las máquinas chillonas, del trabajo a quemarropa, del olor a inmigrantes, de tiempos exactos que miden respiración, de noches obreras que planean la guerra contra la perpetuación de la pobreza. Pisos rasguñados por bailes fordistas, cascos accidentados por la prisa.
Revolución de las hormigas que se plantan en sus plantas, malabares que se agotan y las vuelven a la tierra, acortando los centímetros que las volvía eternas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario